La radicalidad de lo que tiene sentido
Cómo la conciencia y el sentido se convierten en refugios frente a la barbarie exterior — y la interior.
Hace una semana fui al teatro a ver la obra “Los contrabandistas de libros de Daraya”, basada en la obra de Delphine Minoui, dirigida por Iban Beltran e interpretada por Ilyass El Ouahdani, Laura Rosel, Marwan Sabri y Jorge Yamam.
El impacto emocional de la obra sigue todavía en mí.
El de la guerra y la brutalidad, y también el de la dignidad humana que emerge de la esperanza y del sentido.
Siento resonar dentro de mí la firmeza de esos jóvenes recolectores de libros en medio del caos, sabiendo que su tarea tiene un sentido profundo: humanizar sus vidas y las de sus vecinos y vecinas en medio de la barbarie. Y la de la periodista incansable que, a través del vínculo, expande esa ola.
La esperanza en aquello que tiene sentido más allá del resultado, especialmente cuando tanta incertidumbre y oscuridad rodean ese resultado.
La radicalidad de lo que tiene sentido.
Y, de alguna manera, desde el privilegio de vivir en un territorio donde no caen bombas, contemplo también la desolación, la intemperie y la incertidumbre con las que nos relacionamos las personas en nuestro día a día.
Y cómo el proceso terapéutico consiste en sostener una conciencia que busca la coherencia de aquello que tiene sentido.
Sostener una vida que se abre paso a cada instante cuando nos mantenemos cerca de ese sentido que está más allá del resultado.
Y cómo eso es la esperanza.
Quiero seguir hablando sobre la esperanza, y sobre cómo, en un momento en el que —como dice Byung-Chul Han— vivimos en una sociedad del rendimiento, estamos alejados y alejadas (a veces con gran dificultad para regresar) de la apertura a una existencia que tiene sentido más allá de los productos o resultados que obtenemos de ella.